miércoles, 18 de noviembre de 2015

SINAGOGA DE CÓRDOBA

SINAGOGA DE CORDOBA

Por Elisa Simon

Uno de los tesoros de la hermosa ciudad de Córdoba es su sinagoga, la única medieval existente en Andalucía y a nivel Peninsular, va de la mano de las dos de Toledo, El Tránsito y Santa María la Blanca. La sinagoga o keneset en hebreo significa lugar de reunión. Los sefardíes cordobeses del siglo XIV contaban con este pequeño templo de estilo mudéjar para reunirse en oración.




Breve introducción:

La comunidad sefardí o qahal contaba con su propia organización para regular tanto a nivel político, religioso y civil sus asuntos comunitarios. La judería estaba situada en la medina, junto a Bab al-Yahud (puerta de Almodóvar), abarcaba las actuales calle Judíos, Albucasis, Averroes, hasta las plazas de Judá Leví y Maimónides.




Durante el período andalusí, los sefardíes conformaban una pequeña comunidad, que sin embargo logró alcanzar un nivel cultural, científico y artístico sin igual. A lo largo del califato omeya vivieron en paz y tranquilidad, pudiendo desarrollar sus actividades sin impedimentos. Una de las figuras más relevantes que aportaron mucho a esta situación de buena convivencia fue Hasday ibn Shaprut. El médico tanto de abd ar-Rahman III como de su hijo al-Hakam II, quien lo  nombró nasí o jefe de las comunidades sefardíes de al-Andalus.
Una vez desintegrado el califato y bajo los reinos de taifas, los sefardíes continuaron gozando de paz, tranquilidad y siguieron desarrollando sus conocimientos. En esos momentos, la figura sobresaliente y protector de los sefardíes más allá de las fronteras del reino de Granada fue Samuel ibn Nagrella. En aquel tiempo la ciudad de Lucena brilló con luz propia gracias al prestigio de los sabios de la escuela talmúdica.


Cuando el período taifa llegó a su fin y bajo el imperio almorávide, los sefardíes prosiguieron con su vida tranquila a cambio de grandes sumas de dinero.
La situación cambió cuando los almohades vencieron a los almorávides. Los almohades, menos tolerantes con las minorías religiosas andalusíes, provocaron la emigración de muchos sefardíes cordobeses hacia otros lugares, como lo hizo la familia de Maimónides, que marcharon a Fez, mientras que otros eligieron los reinos del norte. La cuestión es que la judería de Córdoba ya no volvió a brillar como antaño.
Una vez que la ciudad fue conquistada por los castellanos a mediados del siglo XIII, los primeros reyes cristianos, permitieron que los sefardíes permanecieran en su barrio, el cual fue incluso ampliado. Pudieron reconstruir las sinagogas ya existentes, pero no se les permitía construir nuevas. En 1272 por orden del rey Alfonso X la judería cordobesa fue amurallada y contaba con dos puertas de acceso.
La sinagoga cordobesa esta datada en el siglo XIV bajo el reinado de Pedro I de Castilla, el cual fue bastante condescendiente con los sefardíes, no olvidemos que su ministro de finanzas y fiel consejero fue Samuel ha-Leví de Toledo. Durante su época de ministro financió la construcción de la sinagoga del Tránsito de Toledo, monumento que alberga hoy día el Museo Sefardí.


La sinagoga mudéjar:

Está situada a media altura de la calle Judíos, entre la puerta de Almodóvar y la estatua de Maimónides en plena medina. En el siglo XIV los sefardíes acudían a primera hora de la mañana y a la puesta del sol, además de en las fiestas religiosas. Para acceder a la sinagoga desde la calle atravesaban un pequeño patio, donde se debían dejar todos los pensamientos y preocupaciones del mundo exterior. 



A la derecha del patio se abría una puerta en cuya jamba se encontraba la mezuzah, que los fieles tocaban con los dedos para luego besarlos. Atravesando esta puerta accedían al zaguán o vestíbulo, donde a un lado se encontraba la escalera por la que las mujeres accedían a la galería superior para tomar parte en la oración.


Los hombres por su lado, accedían a la sala de oración cuya forma casi cuadrada, recordaba una qubba. En aquellos tiempos esta sala la cubría un bello artesonado de lacería. Debajo de éste, la luz entraba a través de 15 ventanas de medio punto. Tres de ellas fueros cegadas, posiblemente para seguir la tradición de que una sinagoga debe contar con 12 ventanas, una por cada tribu. Los rayos del sol iluminaban los muros de yeserías con motivos geométricos, atauriques y cenefas con inscripciones hebreas. 


En aquella  exuberante riqueza ornamental, se reunían los cordobeses sefardíes, en número mínimo de diez hombres mayores de 13 años para poder realizar la oración con las bendiciones y la lectura de las Escrituras en Shabbat.



Antes de comenzar la ceremonia, el personal de la sinagoga abría el armario o arca de la Torah, situada en el muro oriental de la sinagoga. El hombre encargado descorría una cortina, quizá de terciopelo, que tapaba el armario o arca, la abría y extraía los rollos de la Ley. Un hermoso gran panel de estuco decora esta zona sagrada de la sinagoga, con rombos rellenos de atauriques vegetales y una piña en el centro de cada uno. La parte superior del panel muestra un friso de 18 arquillos de cinco lóbulos, donde se puede leer “baraka li-llah”. El ayudante de la sinagoga, colocaba el Rollo de la Ley sobre el atril de la bimah, extendido por la parte correspondiente. El varón encargado de recitar, seguía la lectura con la ayuda de un puntero de plata, de tal manera que no se podía equivocar mientras seguía el Texto Sagrado.


Durante la ceremonia la voz grave del hazzan entonando las bendiciones, resonaba desde la bimah situada frente al arca de la Torah, en el muro occidental. Este estrado de madera, estaría situado en un pequeño nicho abierto en la zona central del muro, con un arco de siete lóbulos, enmarcado dentro de un alto alfiz a base de rombos y ataurique. 





A ambos lados extremos del arco por al parte interior aparecen inscripciones en árabe “al-mulk” y “baraka”. Finalmente un hombre sabio de la comunidad o bien un rabino, efectuaba una explicación o interpretación de los textos leídos.
En cuanto a las inscripciones en hebreo, se trata en general de fragmentos del libro de los Salmos.

En el muro oriental y a la derecha del arca de la Torah, hay una inscripción en hebreo que dice lo siguiente:




“ Santuario provisorio y morada del Testimonio,
que terminó Yishaq Moheb, hijo del señor Efraim
Wadawa, el año setenta y cinco. ¡Así que vuélvete,
Oh dios, y apresúrate a reconstruir Jerusalén.”

El apellido Moheb hace alusión al fundador de esta sinagoga, “este apellido Mohib, Moheb o Mohep aparece frecuentemente en Toledo ya desde la primera mitad del siglo XIII, estando también documentado en la época misma de nuestra inscripción cordobesa incluso el nombre de Yishaq Moheb “ (CB 23) La fecha del año 75, corresponde al 5075 del calendario judío, y equivale a que la construcción comenzó el 20 de septiembre de 1314 y terminó el 1 de septiembre de 1315. (fragmento del libro La Sinagoga de Jesús Peláez del Rosal, pág. 151)

NOTA:

Rollos de la Ley:

La Torah se conservaba en la forma que tenían los libros en la antigüedad. Se trataba de hojas de pergamino cosidas una tras otra, a ambos lados de los extremos del libro se fijaban unos cilindros en los que se enrolla la Torah. Estos cilindros se llaman hayyim, que significa árbol de la vida. La Torah esta formada por los cinco Libros de Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio) Cada semana se lee un fragmento, de tal forma que en un año litúrgico se leen los cinco libros completos y en continuado. Cuando se va a celebrar el servicio religioso, un funcionario de la sinagoga se dirige al armario o caja, lo abre y recoge con cuidado el rollo de la Ley que está protegido por un lienzo o dentro de un cilindro metálico.

La mezuzah:

 Es una cajita de metal o madera que contiene un pequeño pergamino en el que está escrito en 22 líneas el texto de Dt 6,4-9 y 11, 13-21.

La bimah:




la bimah o tribuna, que es un estrado de madera desde donde se recita la lectura de la Ley. Un puntero de plata muestra el lugar exacto por donde se debe seguir la lectura. El rabino o varón encargado de recitar se colocará sobre la bimah y con la ayuda del puntero seguirá el texto siguiendo una entonación y dicción, que se asemeja a un canto.

BIBLIOGRAFIA:

- “La Sinagoga” de Jesús Peláez del Rosal. Ediciones El Almendro, Córdoba

- “Judíos entre árabes y cristianos” de Ángel Sáenz-Badillos. Ediciones El Almendro, Córdoba






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